Entre cartones húmedos, bolsas que crujen con el viento, y alguna manta rota, vive La Bibliotecaria del Puente. Allí comparte su universo de palabras con el susurro del río. Dicen que antes de terminar aquí, tenía una pequeña librería, donde disfrutaba de su pasión, que era devorar historias. Ahora ya no conserva ningún libro; pero aún le queda su memoria, donde atesora las voces de muchos siglos. Nunca pide dinero: solo pide atención. Si te acercas con respeto, igual te sorprende relatando historias de Las Mil y Una Noches que te hace llorar con Salinas.
Al principio, yo la observaba con miedo. Pero un día que terminaba de recitar un poema, sentí curiosidad y me acerqué. Aquella tarde nos contó un cuento: El Principito... Y desde entonces, cada tarde venimos más.
Cuando la noche se acerca, ella se arropa con sus cartones, y murmura en voz baja algunos fragmentos de La Biblia. Esta convencida de que mientras la memoria le dure, nunca se sentirá sola.
