La veía pasar muy despacio, casi rozando al aire fresco de la mañana. Recogía, con sus labios quebrados por el tiempo, esos besos pasajeros que confiamos tú y yo al viento para que los llevase muy alto... Y sus manos níveas inventaban a capricho palomas fugaces que robaban las margaritas de nuestros balcones.
Relataba inacabables historias, o sueños, o antojos de vívidos colores sobre duendes siniestros que la atormentaban en el amanecer de cada día.
Sé que siempre anduvo buscando una felicidad inalcanzable que nunca logramos comprender. Quizá la llegó a encontrar en aquella gran casa donde la encerraron.
Relataba inacabables historias, o sueños, o antojos de vívidos colores sobre duendes siniestros que la atormentaban en el amanecer de cada día.
Sé que siempre anduvo buscando una felicidad inalcanzable que nunca logramos comprender. Quizá la llegó a encontrar en aquella gran casa donde la encerraron.