Como Yo Te Amo...








Cuando él concluyó, fue a quedarse dormido entre sus pechos, como un niño recién amamantado. Ella aún lo sentía dentro, y le resultaba tan frágil que le dio pena despertarlo: el cansancio supera a veces al propio amor, pensó. No le dolía aquel hecho. Al contrario, lo abrazó con ternura como si fuera a romperse, porque amaba a su pareja; porque nunca había querido tanto a un hombre. Además, los niños aún dormían, y su dorso se adivinaba deseable para sembrarlo de caricias durante el resto de la noche. Sólo les acompañaba el sonido del silencio; por eso no entendió qué pudo despertarlo...

- Quedamos en cien, ¿no?

Le hubiera resultado fácil fingirse ofendida, insultarlo soezmente, arrojarle aquel dinero a la cara... Pero ni su nombre era Vivian ni aquel hotel se parecía, siquiera ligeramente, al Regent Beverly Wilshire. Y además tenía prisa, pues le esperaba en media hora otro nuevo cliente.

- Sí, la habitación aparte. Abónala en recepción.

Cuando el hambre araña tu estómago, la lengua se limita a escupir verdades. Al menos nunca nadie podría robarle aquel derecho a disfrutar de su propia fantasía sexual.