Feromonas





Jamás antes habían llegado a cruzar sus miradas; salvo en aquella ocasión. Pero aquel acercamiento no fue del todo casual, porque algo excepcional venía destilándose en el ambiente: feromonas... Inquietas y lascivas feromonas que fluían a placer por la atmósfera. Feromonas que, como racimos prensados, rezumaban incoloros efluvios de desatada pasión.

- ¿Realmente me deseas? -preguntó él, mientras rodeaba la desnudez de su dorso para abrazarla.

- ¿Acaso lo dudas? -respondió ella sin mirarle- Podría incluso devorarte; aunque no me lo pidieras...

- ¿Es esto amor, entonces? -volvió a inquirir él.- No quiero equivocarme: siento que podría llegar a perder la cabeza por ti...

-¿Amor? Pero, ¿quién habló de amor? -concluyó ella, mientras giraba hacia atrás la cabeza para alcanzar sus labios.

Pero él ya no escuchaba... Naufragando por el cauce de aquel creciente éxtasis sintió, rio arriba, como si levitara hasta el infinito; como si sus sentidos no formaran ya parte inseparable de su yo corporeo. Definitivamente había llegado a perder la razón. E incluso la cabeza, literalmente hablando, sin ni siquiera darse cuenta.