Todo comenzó en la oficina: mi jefe siempre andaba criticándome, obviando mis evidentes valores, juzgando subjetivamente todas mis acciones y negando la razón a cualquier iniciativa innovadora que le exponía. Me vigilaba inquisidoramente mientras revisaba el correo electrónico de mi esposa, o cuando la telefoneaba a casa, para comprobar si permanecía allí. Aquel seguimiento no tenía nada que ver con mi rendimiento en el trabajo: sé que se había posicionado en su favor. Recuerdo cuando se la presenté en aquella cena de empresa; me quedó bien marcado aquel brillo lascivo tatuado en su mirada... Terminó por despedirme, el muy imbécil. Nunca encontrará otro trabajador como yo.
Después empezaron a aflorar los problemas en casa. Cuando la cartera retorna vacía siempre acaban surgiendo: se reproducen como virus, y ya todo se torna mucho más cuestionable. Antes de perder mi empleo sólo manteniamos pequeñas discusiones sin importancia, escollos vanales, lo normal a lo que cualquier pareja suele enfrentarse a diario. Siempre por culpa de ella: nunca aceptó que los hombres somos hombres, y que necesitamos una libertad que le es implícita sólo al propio hombre. Me recriminaba que cada noche regresase tarde del bar... Pero todo estaba planificado: lo hacía intencionadamente, para sorprenderla de una puta vez cometiendo alguna infidelidad. Ella me lo había negado siempre, pero no podía creerla. La mujer es una mentirosa innata: es algo históricamente comprobable. Por eso empecé a regresar cada vez más tarde. No es que volviese bebido... Lo normal. Los hombres necesitamos confraternizar, intercambiar puntos de vista, para sobreponernos de muchas cosas. Las mujeres no entienden esto: son mujeres, al fin y al cabo. Pero jamás conseguí desenmascararla a tiempo: creo que alguien la telefoneaba a casa en cuando me ausentaba de aquel local de copas.
Una noche me dijo que no soportaba más aquella situación... A mí, que le he regalado todo cuanto ha poseido en esta vida: una posición, un nombre, unos hijos, incluso una dignidad como persona... Me juró que se marcharía de mi lado, y que los arrastraría en su huida del hogar. ¡A mis hijos! Le di su merecido, estaba histérica, tenía que hacerla recuperar el juicio: la mierda hay que barrerla siempre de puertas para adentro. Cualquier otro hombre en mi lugar hubiese hecho lo mismo. Cualquier otro hombre, digo. Nadie tenía que saber que me había equivocado, que erré al casarme con un mal bicho. Los niños empezaron a llorar, y a gritarme que la dejara en paz: no hay nada más nocivo que el veneno de una madre. Tuve que castigarlos también: tiene que haber alguien en esta casa que se ocupe de rehacer lo deshecho. Tienen que aprender, para que el día de mañana no se desmoronen cuando se enfrenten a la vida. Tienen que aprender quién es el que tiene la razón. Tienen que aprender a ser hombres-hombres.
Llegó el juicio; llegó el divorcio. Me robaron la casa, con todo lo que poseía de valor, y me negaron la custodia de mis hijos. Sé por qué el juez dictaminó a su favor: era un ser arrogante y afeminado. Cada vez soy más consciente del complot orquestado en mi contra.
Ultimamente empecé a tomar más copas de lo habitual: a esta situación me condujo aquella mala pécora. Ya no sólo lo hacía por las noches: había días en que perdía la noción del espacio, del tiempo. Pero las circunstancias me habían obligado a ello. Beber me anima a sobreponerme de esta sinrazón, me ayuda a olvidar. Una noche me arrojaron a golpes del bar que frecuentaba, sin motivo: yo no tuve la culpa de aquella pelea, fue aquel tipo con traje que me miraba mal. Se lo merecía. Quizás también sea conocido de ella... Todo el mundo se ha posicionado en mi contra. Echo de menos a mis hijos. Sé que ellos también me echarán de menos a mi. Si no vienen a verme, si no me llaman siquiera por telefono, es seguramente porque ella los está obligando a olvidarme, a no tener contacto conmigo. Por eso cogí el coche aquella misma noche dispuesto a volver a casa: eso es, a mi casa, porque nunca dejó de serlo. Quería hablar de nuevo con mi mujer de todas estas cosas; y de muchas más. Eso es, con mi mujer, porque nunca ha dejado de serlo tampoco. También deseaba hablar con mis hijos, y llevármelos de allí, a la fuerza si era preciso. Tenían que conocer la sucia maniobra que han urdido contra su padre. Seguro que lo entenderían. Es una maldita conjura. Todos se empeñan en llevarme la contraria. Incluso aquella indeseable gentuza que circulaba por la autovía en sentido contrario, deslumbrándome, mientras yo volvía a casa. No podrían conmigo: estaba decidido a romper con todo. Tenía que prevalecer la razón...
Ahora ya conoce la auténtica verdad, señor juez: la única verdad. Apelo a su condición de hombre... Aunque intuyo que jamás llegará a creerme, porque usted es igual que ellos: que mi jefe, que mi esposa, que aquellos conductores muertos... Su satánica mirada me regala el mismo destello insano que me dedicaron todos ellos... No me importa, tengo un buen abogado, un hombre-hombre de los de siempre. Me ha prometido que todas estas acusaciones quedarán finalmente en nada; que cuando presente las circunstancias atenuantes que ha preparado, quedaré en libertad. Y será entonces cuando pueda retornar a casa, para reconducir mi matrimonio. Será entonces, más temprano que tarde, cuando todo vuelva a la normalidad...
Después empezaron a aflorar los problemas en casa. Cuando la cartera retorna vacía siempre acaban surgiendo: se reproducen como virus, y ya todo se torna mucho más cuestionable. Antes de perder mi empleo sólo manteniamos pequeñas discusiones sin importancia, escollos vanales, lo normal a lo que cualquier pareja suele enfrentarse a diario. Siempre por culpa de ella: nunca aceptó que los hombres somos hombres, y que necesitamos una libertad que le es implícita sólo al propio hombre. Me recriminaba que cada noche regresase tarde del bar... Pero todo estaba planificado: lo hacía intencionadamente, para sorprenderla de una puta vez cometiendo alguna infidelidad. Ella me lo había negado siempre, pero no podía creerla. La mujer es una mentirosa innata: es algo históricamente comprobable. Por eso empecé a regresar cada vez más tarde. No es que volviese bebido... Lo normal. Los hombres necesitamos confraternizar, intercambiar puntos de vista, para sobreponernos de muchas cosas. Las mujeres no entienden esto: son mujeres, al fin y al cabo. Pero jamás conseguí desenmascararla a tiempo: creo que alguien la telefoneaba a casa en cuando me ausentaba de aquel local de copas.
Una noche me dijo que no soportaba más aquella situación... A mí, que le he regalado todo cuanto ha poseido en esta vida: una posición, un nombre, unos hijos, incluso una dignidad como persona... Me juró que se marcharía de mi lado, y que los arrastraría en su huida del hogar. ¡A mis hijos! Le di su merecido, estaba histérica, tenía que hacerla recuperar el juicio: la mierda hay que barrerla siempre de puertas para adentro. Cualquier otro hombre en mi lugar hubiese hecho lo mismo. Cualquier otro hombre, digo. Nadie tenía que saber que me había equivocado, que erré al casarme con un mal bicho. Los niños empezaron a llorar, y a gritarme que la dejara en paz: no hay nada más nocivo que el veneno de una madre. Tuve que castigarlos también: tiene que haber alguien en esta casa que se ocupe de rehacer lo deshecho. Tienen que aprender, para que el día de mañana no se desmoronen cuando se enfrenten a la vida. Tienen que aprender quién es el que tiene la razón. Tienen que aprender a ser hombres-hombres.
Llegó el juicio; llegó el divorcio. Me robaron la casa, con todo lo que poseía de valor, y me negaron la custodia de mis hijos. Sé por qué el juez dictaminó a su favor: era un ser arrogante y afeminado. Cada vez soy más consciente del complot orquestado en mi contra.
Ultimamente empecé a tomar más copas de lo habitual: a esta situación me condujo aquella mala pécora. Ya no sólo lo hacía por las noches: había días en que perdía la noción del espacio, del tiempo. Pero las circunstancias me habían obligado a ello. Beber me anima a sobreponerme de esta sinrazón, me ayuda a olvidar. Una noche me arrojaron a golpes del bar que frecuentaba, sin motivo: yo no tuve la culpa de aquella pelea, fue aquel tipo con traje que me miraba mal. Se lo merecía. Quizás también sea conocido de ella... Todo el mundo se ha posicionado en mi contra. Echo de menos a mis hijos. Sé que ellos también me echarán de menos a mi. Si no vienen a verme, si no me llaman siquiera por telefono, es seguramente porque ella los está obligando a olvidarme, a no tener contacto conmigo. Por eso cogí el coche aquella misma noche dispuesto a volver a casa: eso es, a mi casa, porque nunca dejó de serlo. Quería hablar de nuevo con mi mujer de todas estas cosas; y de muchas más. Eso es, con mi mujer, porque nunca ha dejado de serlo tampoco. También deseaba hablar con mis hijos, y llevármelos de allí, a la fuerza si era preciso. Tenían que conocer la sucia maniobra que han urdido contra su padre. Seguro que lo entenderían. Es una maldita conjura. Todos se empeñan en llevarme la contraria. Incluso aquella indeseable gentuza que circulaba por la autovía en sentido contrario, deslumbrándome, mientras yo volvía a casa. No podrían conmigo: estaba decidido a romper con todo. Tenía que prevalecer la razón...
Ahora ya conoce la auténtica verdad, señor juez: la única verdad. Apelo a su condición de hombre... Aunque intuyo que jamás llegará a creerme, porque usted es igual que ellos: que mi jefe, que mi esposa, que aquellos conductores muertos... Su satánica mirada me regala el mismo destello insano que me dedicaron todos ellos... No me importa, tengo un buen abogado, un hombre-hombre de los de siempre. Me ha prometido que todas estas acusaciones quedarán finalmente en nada; que cuando presente las circunstancias atenuantes que ha preparado, quedaré en libertad. Y será entonces cuando pueda retornar a casa, para reconducir mi matrimonio. Será entonces, más temprano que tarde, cuando todo vuelva a la normalidad...

Comentarios
Negar la evidencia, creerse objeto de una conspiración y sentirse la víctima.
Mi felicitación por este relato.
Un beso.
Feliz semana guapo!!!
Besitossssssss
Otra vez te felicito por tu relato, un abrazo.
Muy bueno Onminayas, pero muy bueno.
Besinos dulces.
Besossssss
Saludos cordiales Omni, siempre es una delicia pasar a leerte. Hasta pronto.
Estúpida ceguera, en que clase de cuna se habrá engendrado.
Un beso.
Un gran abrazo!
Que horror tanto animal suelto.
Hombres como bestias.
Saludos.
Besossssssss
Excelente Om como siempre un beso
A esta altura, sos uno de los mas grandes que sigo y adicta confesa.
Las palabras insolentes, desprende enormes dosis de magia y talento!
Te felicito! Un beso o 2!
Un besote gigante!! ;)
Arwen
Da verdadero miedo leerlo desde dónde lo has escrito, desde la normalidad más absoluta, desde el es posible cada día.
Un beso
Una sonrisa
Mi imagino que está relacionado al día internacional de la mujer... Te mando un abrazo... que estes bien
Su cabeza solo puede ser un abrevadero de cerdos.
Besos
Gracias: has captado perfectamente mi intención.
Besos.
Es sólo una ficción; pero por desgracia la mayoría de las veces la realidad se ve superada por ella.
Muchos besos, Mar.
Gracias. Aunque no deja de ser una ficción, me resultó duro escribirlo... Y mucho más publicarlo.
Besos.
Así es: por desgracia tengo que darte toda la razón, aunque en esta ocasión me hubiera gustado no hacerlo.
Un abrazo.
Esa sinrazón tiene que acabar; tiene que acabar... Pero la herida continua sangrando a diario.
Besos.
A mí, en particular, no me gusta este relato... Pero sentía la necesidad de escribirlo y así lo hice.
Besos.
Siento decirte que el personaje del relato bordó contigo su papel de encantador de serpientes... Cómo suelen hacer muy bien estos canallas, consiguió engañarte al llevarte a su terreno. Pero, con máscara o no, nunca dejó de ser un malnacido.
Besos.
Así es por desgracia: por todos lados.
Besos.
Los rediles de hoy en día, esperando su sacrificio, están llenos de animales equivocados.
Un saludo.
Como ya he dicho antes, me costó trabajo escribirlo y mucho más postearlo. Pero creo que de cualquier manera posible hay que seguir manteniendo viva aquella llama contra la sinrazón.
Besos.
Si eres abogada, entiendo como puedes sentirte cuando topas con este tipo de elementos.
Besos.
Gracias por tus elogios. Siento tener que escucharlos por este post.
Besos.
Me gusta seguir creyendo en la justicia... Pero por desgracia da la sensación de que aquella proteja más al malhechor.
Besos. Tu criptex me tiene loco, de verdad.
Créeme si te digo que hasta a mí me da rabia releerlo...
Besos.
Si aquel abismo fuese realmente físico, y no espiritual, estaría bien para que fuesen despeñándose todos aquellos...
Besos.
Aproveché este día para postearlo, sí. Gracias por tu visita.
Besos.
Me gusta pensar que la música y la literatura ayudan a concienciar las almas...
Un abrazo.
Flaco favor les haces a los pobres cerdos si pretendes nutrirlos con aquella bazofia...
Besos.
Y ese abogado me suena al demonio. Al alcohol. Al yo interior que no solo los maltratadores, sino los asesinos en serie, pederastas, incluso ludópatas, etc albergan en su cerebro. Aquellos que se resisten a admitir sus problemas, porque ante el resto de la sociedad se les alza un muro de 500 pies en sus narices, y lo único que les queda es escalarlo... porque por más que lo intenten romper, siempre se darán el golpe.
Un gran abrazo!
Onminayas, muy bien recogido lo que cada día se ve (no debería verse, pero por desgracia se ve). Si quiero añadir, al tema que tu relatas, es que a veces,las que menos, son los hombres las víctimas y las mujeres, verdugo.
En cualquier caso no más violencia de género. Nunca.
Bss.
Besotes!!!!!
Un abrazo enorme
Un gran texto Onminayas, como siempre.
Un abrazo enorme
Hoy vuelvo, lo releo y no puedo irme en silencio.
Fotografías a la perfección la mente de un maltratador, sin dejar detalle, cuidando cada coma, cada sílaba.
Creo que los maltratadores deberían leer tu relato para que se vieran reflejados.
Me encantó leerte, Emilio de Noches Blancas me recomendó tu blog, así que agradecida a los dos.
Un abrazo.
Besos desde el abismo
Magnífico como siempre amigo. Has relatado como nadie los pensamientos internos de esos hombres tan posesivos que incluso llegan a tejer sus propias mentiras en su cabeza, pensando que todo está en su contra, el juez, su mujer, su jefe, sus hijos... Aunque algunos hombres sufren la perdida de todo sin merecerlo (yo conozco más de uno y la justicia debería ser igual para todos) no es menos cierto que este tipo de hombre que tu citas no merece el calificativo de tal...
Un abrazo paisano
Hoy son mujeres libres, aunque marcadas para siempre.
Muchos besos Onmi
Machismo!
Es un hdp jaja perdón me emocioné ups!
La verdad es que conozco muchos que son cerrados en su ideas y terminan golpeandose con el mundo y aunque se equivoquen una y otra vez siguen pensando lo mismo uy que brutos son a ratos jaja
Pero ya este estaba muy mal mi amigo, síntomas de locura para evadir culpas y creer que su comportamiento es por ser vícitma de un complot, en fin.
Que locura!
Un abrazo y muy buen esta historia.
Es tuya? jjajajjajaja
Genial Onminayas, genial.
Un beso
Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Creo que este tipo de gente perdió incluso su sombra hace ya tiempo...
Besos.
Gracias por tu visita y comentario.
Besos.
Te doy la razón... Y quedaba sobreentendido.
Besos.
Un día a día que a veces no vuelve a amanecer...
Besos.
Estoy seguro de que hubieras llegado a ser una buena profesional.
Besos.
Gracias por permitirme visitar tu espacio. Fue un placer compartido.
Besos.
Es sangrante, sí. A veces da la sensación de que no existiese la ley.
Besos.
Es cierto, amigo Felix. Existen los hombres y los animales. Y aquel no pertenece a ninguno de los dos grupos.
Un abrazo.
Sabía que este texto podía reavivar algún doloroso recuerdo... Pero fue mi granito para seguir manteniendo viva la lucha contra aquella sinrazón.
Besos.
No me ofendes: es un calificativo que quizás le venga muy corto.
Besos.
Aprecio tu punto de vista: ciertamente era una conjura real, y él se la ganó a pulso.
Besos.
Besitos Onmi
Felicidades.
Un abrazo.
Respecto a este relato, por suerte o por desgracia, en mi trabajo vivo y convivo cada día con situaciones similares a las que describes.
Personas (que no solo hombres) que se justifican una y otra vez. Siempre lo mismo: el mundo contra mí.
Y en ocasiones pretenden convertir a la víctima en verdugo...
Me ha gustado mucho, pero eso no es nada nuevo...
Muchos besos, Onminayas.
Buena esta historia. Gracias por compartirla.
Saludos.
Besotes! ;P
Arwen
Muy bien relatado, enhorabuena!
Besos.
"Cuando la pobreza entra en casa, el amor sale por la ventana" El hobre se consuela con la bebida y los fantasmas se apoderan de la mente,empiezan las obsesiones que terminan asi, exactamente como lo dejas entrever, malos tratos, alejamiento y a veces un final trágico. ¿Por que ese empeño en buscar un diálogo?
Muy bien conducida la trama y dosificada la intriga.
Un beso y feliz finde
Ojalá muchos "profesionales" de la cosa leyeran esto.
Un abrazo.
John W.
Bueno quiero felicitarte por tu blog que he visto en cataBlogo.Saludos!!!
Aprovechamos para ofrecerle nuestros servicios como estudio creativo (diseño web, gráfico, impresión y vídeo).
Agradecemos su tiempo y disculpen las molestias.
Miguel Ángel R.C.
Responsable de marketing.
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