El Hombre Que Huele a Naranjas, el que arrastra una maleta sin ruedas, siempre lleva los bolsillos llenos de cáscaras. Dice que ese aroma le recuerda a su infancia: muchas tardes en el patio de La Mezquita, junto a La Puerta De Las Palmas.
Miles de historias vividas desde entonces: cosas buenas, cosas malas... y las que aún faltan. Hay días que se sienta en la acera, mira al cielo y ya no habla.
