La Mujer De Las Flores Secas (Los Invisibles III)

  


La veo todos los domingos, cuando voy con la abuela al cementerio: huele a cera derretida y tierra mojada. Cuando pasa, deja un rastro de lo que fue bello y aún se resiste a dejarnos. Es La Mujer De Las Flores Secas, arrastrando su vida en su carrito de la compra por el camposanto.

Se sienta a la salida, en un rincón, y a las flores que otros ya han tirado, les quita las hojas feas, les desenreda los tallos, y con laca y algún alambre, las vuelve a dar vida en un ramo. Algunas que están muy rotas, las mete entre las páginas de gruesos libros, para que se vayan secando. Con ellas hace postales, y gana unas monedas: son recuerdos que ya no duelen, y que guardan la esencia de algo que un día fue hermoso. A mi abuela le da pena, y antes de irnos siempre se detiene para darle algo.

Una vez me regaló una margarita sin pétalos y me dijo: Así ya no tienes que pedir los deseos, solo tienes que esperarlos.