Punto de Inflexión








No era un inocente ejercicio de convivencia: aquella insostenible realidad amenazaba seriamente el malherido equilibrio de su salud mental. Los gritos, los insultos, las miradas hirientes, vejatorias... Los susurros velados de los vecinos en el rellano. ¿Cuántos días más alcanzaría a soportarlo? ¿En cuantas ocasiones más volvería a engañarse a si misma? Terminó siendo consciente de que él jamás llegaría a cambiar: su condición distaba mucho de la propiamente humana.

Posiblemente hubieran existido muchas otras salidas... Pero Laura llegó a un punto de no retorno que negaba el respiro a su razón. Aún contaría con dos horas hasta que los niños regresaran del colegio, pensó, mientras aceraba con la chaira el mejor de sus cuchillos de cocina...

La familia al completo, reunida alrededor de la mesa, reverenció el exótico sabor de aquel estofado. Sólo la irónica sonrisa de la cocinera perfiló momentáneamente en sus labios aquel especial ingrediente secreto.

No era domingo, pero los chicos intuyeron que algo grato debían de celebrar. Ninguno de ellos se percató de la puerta entreabierta de la jaula. Sólo el gato, paciente voyeur durante años, extrañó egoístamente la ausencia del grosero pajarraco.







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Hace tiempo que quiero hilvanar
la botonera de mi camisa celeste...
Pero necesito el tiempo,
y necesito el hilo,
y encontrar la propia camisa, que no sé dónde guardé.


Volveré cuando la encuentre;
o cuando ella me encuentre a mí.

Os echaré de menos.