No recordaba quién era, ni cómo pudo llegar hasta allí. No conseguía recordar nada. Lo mantenían maniatado a un sillón: esa era la única realidad de la que creía ser consciente en aquella habitación sin luz. Intentaba razonar; tenía que razonar... Buscar algún motivo que pudiera justificar aquel claustrofóbico sinsentido. Pero no conseguía recuperar ninguna información que vertiera algo de luz sobre su inmediato pasado. Estaba confuso; y sus ideas, a modo de caótico flashback, terminaban agolpándose en su memoria como si quisieran salir apresuradamente por la boca de un embudo. ¡Dios, como le dolía la cabeza! Alguna droga, pensó... Sí, han debido forzarme a ingerir alguna droga. Eso debió ser. Por eso se encontraba tan débil, como si su cuerpo fuera completamente ajeno a las órdenes que el cerebro se obstinaba en dictarle. Y además se sentía húmedo. Húmedo y sucio... El miedo, a veces, juega estas malas pasadas. Creyó escuchar unos pasos firmes que se acercaban hasta aquella habitación. Permanecería quieto y en silencio, aguardando el momento preciso para defenderse y poder huir. Alguien libera una de sus manos: es el momento de actuar. Se abalanza sobre aquella difuminada figura, forcejean y consigue arañarla en la cara. Su improvisación ha merecido un castigo: vuelven a atar sus muñecas. ¡Dios mio! ¿Nunca acabará esta maldita pesadilla?
La joven captora, sangrando, se aleja hasta un cuarto de aseo contiguo. Solloza, mientras revuelve su neceser buscando unas gasas con las que cubrir la herida de su rostro. Saca el móvil de su bolsillo y realiza una llamada. Su interlocutor escucha paciente cómo le increpa a voces, que ya no puede soportar más esta situación, que hay que sacar a aquel hombre de allí.
Carla siempre presumió de su gran entereza mental: jamás le había desbordado ninguna situación límite. Por eso concluyó que estaba preparada para controlar aquel nuevo desafío. Su rostro, desencajado, aparenta más edad de la que realmente merece. Su humor ha cambiado en todo este tiempo. En realidad nada es igual desde hace tres años: justo a partir de aquel instante en que a su suegro le diagnosticaron aquella maldita enfermedad de Alzheimer.