DESDE EL 7 DE FEBRERO HASTA EL 15 DE MARZO PUEDES VOTARME EN EL CONCURSO DE POST 2009 YDB

Vota en el Concurso de Posts 2009 YdB Desde aquí os animo a participar en las votaciones, cliqueando en la anterior imagen. Yo participo personalmente con tres de mis post, pero os aseguro que disfrutareis con decenas de excelentes trabajos. Todos ellos los podréis encontrar en este enlace. Os doy las gracias a todos.
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30 junio 2009

Premio Blog de Oro a Las Palabras Insolentes




Hace unos instantes he tenido el placer de conocer que Poemas de mi Alma, administradora del Blog Cálido Amor, me ha otorgado, junto a otros nueve Blogs amigos, el Premio al Blog de Oro. No sé si este regalo es merecido, no está en mi mano juzgarlo, pero desde luego sí que es todo un honor y muy de agradecer.


Gracias, Poemas de mi Alma, por tu gesto y por tu trabajo diario.


Calido Amor (http://tuamormeinunda.blogspot.com)








Parejo al nacimiento de 2009 fue mi anhelo por crear un blog. Y así lo hice, en otra plataforma, disfrutando de él durante varios meses. Por circunstancias ajenas a mi voluntad tuve que abandonar con precipitación aquel proyecto, cerrándolo a cal y canto, dándole una muerte inmerecida para volver a empezar desde el anonimato… En esta labor me encuentro ahora, mudando todos los enseres que tuve que recoger por aquel entonces. Pero jamás pude olvidar a la mucha y buena gente que fui conociendo en aquel, mi anterior camino. Sirva este premio para agradecer a todos aquellos que con su forma peculiar de saborear la vida hicieron, hacen y harán que continúe levantándome cada mañana con una ilusión renovada en el ser humano.


Las condiciones que acompañan la aceptación de este premio son las siguientes:


1-Exhibir el premio y crear un post dejando constancia del mismo.
2-Enlazar al Blogger que te lo ha entregado.
3-Elegir otros 10 Blogs para premiar
4-Informar por medio de un comentario en el Blog de los elegidos.



Por eso ahora, además de disfrutar personalmente por este obsequio, se me brinda la ineludible responsabilidad de reconceder este galardón de amistad en la red a otros diez sueños que yo considere también merecedores del mismo. Y estos son los siguientes:


1) A Través del Musitar de Las Olas

2) Geles Calderón Villamandos


3) Habla El Corazón Cae La Noche


4) Espacio de Eva


5) Transparencias


6) Otro día cualquiera


7) Albanta Al Revés Con Permiso de Luis Eduardo


8) Todos Tenemos Un Lado Oscuro


9) La Chica Rara de los Sombreros


10) Cofradía Ntra. Sra. de la Antigua y Piedad



El orden en que están enumerados ha sido algo aleatorio. Recibid todos de corazón mi más sincera enhorabuena. Y si alguno de vosotros ya ha recibido antes este premio, que piense que un Nóbel nunca amargó a nadie tres veces.


Un abrazo a todos.


P.D. A última hora he cambiado a uno de los premiados, pues al parecer ya tenía el galardón concedido de hace unos días y, aunque agradecido, ha rehusado continuar la cadena. Vaya también mi enhorabuena desde aquí para el nuevo premiado.

29 junio 2009

El Por qué de un Blog






No puedo intuir vuestras razones, pero sí que me reconozco a mí mismo sentado delante de una hoja en blanco, siempre, desde que tengo uso de razón. No sé si fue algo innato, pero seguro que sí inevitable. A pesar de que ahora soy consciente de haber antepuesto esta irrenunciable necesidad, en muchos momentos de mi vida, a otras de igual o mayor importancia. Lo justo sería arrepentirme, pero ni siquiera siento no hacerlo. La Literatura me ha permitido ir acumulando miles de vivencias propias, y muchas otras compartidas; vivencias que jamás hubiesen perdurado en mí de ninguna otra manera.

A lo largo de todos estos años he intentado bucear por el relato breve, el ensayo, la poesía, el cuento, el teatro corto... Incluso ahora, desde hace unos dos años, intento desarrollar una novela en la que sé que acabará aflorando, sin premeditación alguna, lo más intimo de mí mismo. Espero terminar de parirla definitivamente algún día para ofrecérosla en este blog. Pero ya sabéis que los alumbramientos de primeriza son a veces largos y complicados, aunque a la larga resulten partos de montes.

¿El por qué de un blog? ¿El por qué de mi blog? Mi Pluma ha estado alimentándose todo este tiempo de vuestras lágrimas y vuestras sonrisas, de vuestros triunfos y vuestras horas más decadentes, de vuestras bondades y miserias, de vuestro amor, de vuestro odio, de vuestros sueños, de vuestros progenitores, de vuestros descendientes, de vuestros vómitos... Incluso hoy continúa nutriéndose de las flores mustias que os llevaron un día al cementerio. Mi Pluma ha terminado por devorar vuestras almas. Por eso, en contraprestación, si he tomado mis palabras de vosotros justo es devolverlas ya a su origen. Y sin que medie ningún precio en ello: una perfecta simbiosis.








28 junio 2009

Nunca Me Gustaron Los Cuentos de Hadas




Foto: Piedrayparques88 - Markitos - Salamanca




Dedicado a F osca Drástica,
y al submundo de extrañas relaciones
que pernoctan en su cabecita...



Héctor tiene 47 años, es soltero de profesión, fumador pasivo, no toma alcohol, no ronca al dormir -sólo en la media hora diaria de obligada siesta-, y se mal gana la vida honradamente tras la ventanilla de una caja de ahorros en un aburrido barrio de la periferia salmantina. Nunca ha andado con fulanas: se lo prohibió su madre, a la que enterró hace años, pero de la que aún conserva algún mal recuerdo. Tiene un Carlino hembra color azabache, con cataratas en un ojo y sin pedigrí. El animal atiende por Poti, aunque Hector nunca recuerda ni cuándo ni dónde surgió aquel ridículo nombre. Sólo tiene claro que es tan legítimo como cualquier otro apelativo absurdo para perro. Poti es arisco y huraño. Suele esperar sentado pacientemente para ladrar a la gente que pasa junto a su balcón. Preferentemente a los ancianos y a los niños. Pero vive con su dueño en un séptimo piso, y nadie alcanza siquiera a escucharlo. En su adolescencia, Hector siempre fue el encargado de llevar el tocadiscos y los vinilos a los guateques donde era invitado. Nunca hablaba con nadie; jamás sacó a bailar a ninguna chica. Entonces no era consciente de por qué sus amigos lo invitaban con tanta frecuencia a las fiestas que organizaban. Pero se sentía respetado, y le bastaba con eso. Hoy en día intenta recordar el apellido de alguno de ellos, y no le viene a la memoria ni un maldito apodo. Tampoco le importa mucho; al menos eso le gusta pensar. Hector no conserva ningún amigo de entonces. Hector, de hecho, nunca ha tenido ningún amigo.

Sandra, huérfana de madre desde el nacimiento, coronó hace cuatro peldaños la quinta planta de su vida. No tiene trabajo. En verdad, jamás ha trabajado en nada. Ni siquiera tuvo oportunidad de acabar el graduado escolar. Su padre siempre pensó que su única hija no había nacido para romper sus uñas trabajando fuera de una cocina decente. Por eso siempre anduvo buscándole un buen partido, un hombre-hombre, que la respetara, que la mantuviera, que se encargara de su educación y fuera el apéndice del porvenir económico que él ya le había asegurado de por vida. El dinero a veces no puede suplirlo todo, pero su arrogancia machista no alcanzó a entender esta básica filosofía de pueblo. Sandra nunca pudo casarse. Tampoco, como suele decirse, llegó a conocer hombre alguno. Cuando el patriarca murió, la joven vendió el negocio y se mudó a la capital. Nunca tuvo claro si lo hizo para acabar huyendo de su propio pasado, o de sí misma. No consiguió ni lo uno ni lo otro. Porque la soledad es una carroñera de almas que no tolera soltar a su presa. Por eso Sandra compró un perro, un cachorro de Tosa Inu al que bautizó como Salk. Tampoco supo nunca el por qué de aquel extraño nombre, pero le pareció elegante. Además, el animal era suyo, y a nadie más le importaba. Era un perro medio imbécil: no obedecía mandato alguno, y solía aliviarse encima del mejor sillón de la casa. Un día Salk se infesto de piojos. Sandra lloró aquella mañana como nunca lo había hecho. Ni siquiera en el entierro de su padre.

Los destinos de aquellas dos criaturas jamás habían llegado a cruzarse. A pesar de que tras cada amanecer acompañaban puntualmente a sus chuchos al parque de la Alamedilla, para que desaguasen en un pipican. Con un desfase horario de diez minutos entre visitas, claro. Una mañana de mayo la panadera del barrio acudió a su tahona con una jaqueca terrible. Por eso la primera hornada de baguettes acabó calcinada. Sandra tuvo que esperar con resignación su nuevo turno durante otros diez minutos, el tiempo preciso para que acudiera tarde a la fisiológica cita diaria de Salk. Un banco de forja celebró el feliz encuentro de los cuatro. Buenos días. Buenos días. Que fría se ha levantado hoy la mañana. Sí, dicen que se acerca una borrasca... La vulgaridad y la sosería nunca estuvieron reñidas con las buenas costumbres. Salk y Poti, sin embargo, no mediaron palabra alguna. En su caso hubiera resultado muy chocante. Se saludaron, eso sí, a su manera, olisqueándose el culo, antes de organizar la única postura del kamasutra que ellos intuían como propia. Durante los cinco minutos que duró el entremés, ninguno de los dos jóvenes masculló palabra alguna. Cuando finalmente bajó el telón, ambos hicieron mutis por el foro; nadie esperó al segundo acto. Hubiera sido una perfecta excusa para entablar una conversación. Pero aún no había anochecido, ni el cielo estaba estrellado, ni les acompañó una bella melodía en off. Por eso Hector y Sandra no acabaron enamorándose en aquella ocasión. Ni en ninguna otra. A veces los seres humanos hacemos complicadas las relaciones. Afortunadamente para ellos, los perros tienen otro concepto de la vida.







27 junio 2009

Brevedad de una Locura







La veía pasar muy despacio, casi rozando al aire fresco de la mañana. Recogía, con sus labios quebrados por el tiempo, esos besos pasajeros que confiamos tú y yo al viento para que los llevase muy alto... Y sus manos níveas inventaban a capricho palomas fugaces que robaban las margaritas de nuestros balcones.

Relataba inacabables historias, o sueños, o antojos de vívidos colores sobre duendes siniestros que la atormentaban en el amanecer de cada día.

Sé que siempre anduvo buscando una felicidad inalcanzable que nunca logramos comprender. Quizá la llegó a encontrar en aquella gran casa donde la encerraron.




22 junio 2009

El Mejor Padre del Mundo





Era una ocasión señalada: su padre vendría a recogerlo. Lo que después hicieran juntos le traía sin cuidado. La magia residía en el hecho en sí mismo, y eso sólo ya le colmaba. Por desgracia no solía disfrutar de muchos días como aquel, porque a su mentor ante todo le absorvía el trabajo. Pero él era comprensivo, y entendía que esto debía priorizar sobre el tiempo común que aquel reservaba para ambos. El divorcio de sus padres había acelerado su madurez, pero aún no alcanzaba a aplicar con precisión la escala ética de valores. Sólo tenía ocho años.

Camino del Parque estacionaron el coche junto a una cafetería. El conductor permaneció en silencio durante un buen rato, mientras vigilaba expectante la puerta de acceso al local. De pronto desactivó el seguro del coche, pidió al chico que aguardara su regreso y salió al exterior. Penetró en el bar siguiendo a un ejecutivo gordo, el mismo que había entrado justo delante de él. Sabía que aquel hombre pediría un café sólo y dos cruasanes con mermelada, antes de abonar a un invidente un cupón para el sorteo de aquella misma noche. Su prostatitis, con posterioridad, lo haría dirigirse hasta el servicio de caballeros, para afrontar el desayuno con tranquilidad. Aquella rutina la venía calcando durante las dos semanas en que estuvo siendo observado. La misma rutina que hoy volvería a repetir, paso por paso. El silenciador del arma descorchó en su sien un disparo sin burbujas.

- ¿Dónde has estado, Papá?

- Trabajando, hijo, trabajando.

- ¿Y en qué trabajas ahora, Papá?

- Ayudo a las personas a solucionar los problemas que les causan otras personas.



Aquello al chico le pareció una labor importante, y le gratificó pensar que su padre era un buen hombre. Pero ante todo, lo que más le llenaba de orgullo era sentirse el hijo del mejor padre del mundo.





21 junio 2009

La Ultima Voluntad




A la abuela Carmen le encantaba tomar de postre gajos de naranja macerados en aceite y azúcar; naranja picá, que los llamaba. Recuerdo sus besos de manzana ácida y sus abrazos de amor con aroma a naftalina. Y recuerdo también su mirada azul de niña buena tras aquellos ojillos divorciados, un distanciamiento familiar del que culpaba a un mal cirujano que se empeñó en empeorar su ya marcado estrabismo.

Una tarde enfermiza de febrero la abuela tuvo un enfado muy grande con su vesícula, y se olvidó de seguir viviendo. La odié por aquello durante mucho tiempo; pero resulta difícil perdonar a un muerto cuando tienes seis años de edad...

Nunca llegué a descifrar el por qué, pero la presencia de Enriqueta siempre terminaba provocando en mí una regresión mental hasta los tiempos en que la abuela aún seguía viva. Desde que aquella paciente ingresó en la planta de cirugía donde yo trabajaba fui consciente de que me transmitía un déjà senti con el que conseguía transferirme de nuevo a la infancia. No sé... La fragilidad de sus manos, el peculiar olor de su cabello, la tonalidad de su voz... Algo mágico y perturbador que lograba aflorar en mí sentimientos ya olvidados.

Enriqueta aguardaba en lista de espera su turno para morir. Pero lo hacía con un humor y una integridad de espíritu admirables, a pesar de no tener ningún estímulo familiar en el que apoyarse. Cada amanecer, tras la rutinaria higiene matutina que por su delicada salud se le practicaba en la misma cama, nos rogaba que le facilitáramos un neceser que siempre arrastraba consigo. Tras esto, y procediendo con la metódica más exquisita de un prestigioso cirujano, embellecía su tez y sus labios como si tuviera que afrontar la primera cita de una novia quinceañera. Alguna vez bromeé con ella sobre su peculiar costumbre, llamándola incluso presumida.

- Presumida serás tú, querida niña –me contestó-. Porque en el fondo piensas que eres tan guapa que no necesitas ni siquiera utilizar maquillaje.

Una mañana, Enriqueta se quedó profundamente dormida. Y, como la abuela Carmen, empezó también a olvidar lo hermosa que era la vida. Sus constantes vitales se alteraron tanto que no quedó más remedio que ordenar su traslado hasta un servicio más especializado. Habían transcurrido tan sólo unas horas, y sin embargo ya empezaba a echar de menos su sonrisa, su voz... Sin ser hasta aquel preciso instante muy consciente de ello, intuí que aquella desconocida había dejado de ser una simple paciente para pasar a formar parte inseparable de mi vida.

Cuando aquella jornada terminé mi turno de trabajo, decidí que emplearía unas horas de mi tiempo acompañándola: no le podía ofrecer mejor despedida. Tomé asiento a un lado de su cama, y acunando su mano entre las mías me dormí como un bebé, justo como lo hacía con la abuela...

No sé cuanto tiempo pasó, pero de pronto me incorporé sobresaltada. Giré el rostro hacia la cabecera de la cama y Enriqueta permanecía allí, observándome con una mirada tierna:

-No he querido despertarte, Mercedes, pero ahora tienes que hacerme un favor... –me susurró con una voz angelical-. No puedo presentarme así, allá donde voy...

La mejoría de la muerte, lo llaman. Enriqueta, minutos después, volvió a cerrar sus ojos para no abrirlos ya jamás. Pero no sin antes haber contorneado sus labios con una ultima dignidad de carmín.




20 junio 2009

La Soledad del Panda




Foto: REUTERS / China Newsphoto



Vuelta del trabajo a casa. Cansancio, rutina, microondas, soledad.

Reviso el correo electrónico: ¡alguien me ha enviado un email! Unos chimpancés componen música golpeando un barril vacío en un vídeo de youtube.

Dejo nota en escritorio: has revisitado ya este vídeo treinta y siete veces. En la próxima ocasión recuerda reenviarte uno de amor. A lo mejor consigues así levantar mejor el ánimo.









18 junio 2009

Esta Noche, Cuando Duermas...








Una vez conocí a un ángel,

con sexo,

que nunca se había enamorado…

Sólo de su único hijo,

Y del cielo de Monturque.





Esta noche,
cuando duermas,
bajaré de puntillas hasta tu alma
(conozco bien el camino)
y morderé tus sueños más siniestros
(también sé donde los guardas).


Así,
cuando despiertes,
seguirás viendo Monturque
en los ojos de tu hijo.
Aunque nunca sepas que una noche
fui devorando por él
todas las pesadillas de tu alma.




16 junio 2009

El Azul del Mar (II)






Derrapamos, en la esquina de Carla, con el bólido celeste del 86, para terminar aparcando de bruces contra un contenedor de basura, del que salió disparado un gato que besó la meta de aquel callejón sin salida como un crucificado.

Los ojos melaza de la chica -delimitando su peculiar mundo de tinieblas-, asomaron su dulce tristeza como cada día entre las rancias cortinillas de aquella oficina gris, donde lapidaba su juventud, de ocho a quince horas, desde los trece años. Aquella cotidiana visión aún me hacía estremecer, incluso después de tanto tiempo esperando…

-¡Eres un imbécil imperdonable!- me increpó Luís.- ¡Ya estoy cansado de tu inmadura actitud de quinceañero exhibicionista! ¿Acaso no hay algún modo más sutil para llamar la atención de una invidente?-

Ninguno y todos. Si realmente existe algún dios, seguramente inventó este mundo para ser profanado una y otra vez por aquellos pies divinos. ¡Cielos! Aquella pálida tez, mórbida y a la vez sobrecogedora, se me insinuaba de elfo tras la gasa envejecida del deslucido ventanal. Tan cerca de mi corazón; tan lejos de mi alma...

-¡Daos prisa!- exclamó Víctor desde el Cuartel.- ¡El equipo saliente de guardia ha tenido que acercarse hasta el complejo turístico de la zona norte! ¡Todo está ardiendo! ¡Si nos apremiamos quizá podamos alcanzarlos todavía! ¡Cualquier ayuda será bien recibida: dicen que el incendio es bárbaro!-

Allá, a lo lejos, la turbia figura de la rojiza camioneta serpenteaba entre el polvo del sendero, camino del infierno. Ningún filósofo, ningún profeta, pudo augurar nunca una visión tan dantesca como aquella que contemplaron nuestros perplejos ojos nada más llegar: contorsionados restos sin vida, devorados por la voracidad de las llamas, iban formando anárquicamente un sugerente y caprichoso museo del horror; un camposanto de tenebrosos troncos inertes, calcinados y desparramados entre la hojarasca seca. El hedor a carne abrasada se hacía prácticamente insoportable.

Al otro lado, abatidos e impotentes, alternando un silencio sepulcral con la histeria más dolorosa, nuestros compañeros se abrazaban como niños, llorando con amargura: no habían podido sofocar el maldito incendio. Ni al menos en parte, llegar a controlarlo. Lamentablemente, nada pudo suplir al líquido elemento.

Aquel fue solo el principio de la cuenta atrás: la rabia, a veces contenida, fue dejando paso a la desmoralización generalizada… En los días venideros, cuando la población fue tomando conciencia del alcance de la hecatombe, se inició la peregrinación atea, la huida hacia delante: un ejercito de cuerpos sin alma, una sola legión de almas sin cuerpo, desterrada de su propio mundo, se alargaba, como si de una sombra funesta se tratase, camino hacia ninguna parte. Nadie recordaba ya de donde venía o quien era; solo una idea fija martilleaba en sus sienes hasta la desesperación: agua, agua, agua, agua...

Yo intuyo su siniestro desfile mientras yazgo en el suelo, esperando mi final. No puedo abrir los ojos. No logro moverme. Solo alcanzo a escuchar como se me va rasgando la piel cuando respiro. Y no reparo en nada más. Ni siquiera siento dolor. Creo que ya estoy muerto. Pero tampoco puedo asegurarlo. Espero que alguien quede vivo para contarlo. Y que finalmente sirva para algo.









Gracias a Mar por regalarme el enlace de este impresionante documento. Mi pequeño relato jamás hubiera podido gozar de un mejor final sin necesidad de palabras...

(Desconecte el reproductor musical para disfrutar del sonido del vídeo)






El Azul del Mar (I)







Nadie supo entender el cómo ni el porqué. Lo cierto es que aquel veintiocho de octubre la Tierra amaneció sin una sola gota de agua en sus arcas. Nada quedó olvidado en los embalses; nada en los pantanos… El cauce de los ríos, necrópolis multicolor interminable, confluía su profundo lecho de dolor en un desgarrado mar sin mar.

Incluso, cuando abrías un simple grifo, allí aparecía súbitamente, fascinante y seductora, la nada más pura: la insípida e incolora nada cristalina. Nada, nada, nada. ¿Sabes lo que es nada? Pues así amanecimos aquel aciago veintiocho: como te lo cuento.

El azul de nuestro Planeta Azul se difuminó en los libros de heráldica de la noche a la mañana, como si un burócrata plumazo asesino hubiera hecho borrón y cuenta nueva en nuestras absortas vidas; como en aquella recurrente visión nocturna de tu niñez, donde te restregabas los ojos, aturdido, anhelando poder despertar, sin que aquel ser monstruoso y desagradable, que continuaba frente a ti impertérrito, se desvaneciera de inmediato.

Algo sobrenatural debió suceder aquella maldita madrugada, no tengo la menor duda... O quizá algo tan natural como la destrucción, tan largamente vaticinada, de la carismática capa de ozono. Pero lo cierto es que, salvando las inevitables especulaciones, nadie tenía la más mínima certeza de lo que había podido acaecer durante la noche anterior al desastre. Nadie que nos pudiera ofrecer una respuesta válida y tranquilizadora; algo o alguien, que lograra calmar nuestra sed en algún sentido…

Ni tan siquiera pudimos usar el televisor: el fluido eléctrico parecía interrumpido desde hacía algunas horas. Lógicamente, la central hidroeléctrica que abastecía la comarca debía de haber quedado inoperante por falta de materia prima. Tan sólo conseguimos escuchar un breve avance informativo en un viejo receptor de radio, algo en sí que tampoco vino a aliviar en ninguna medida nuestro enorme desconcierto: las mentes más distinguidas y privilegiadas de nuestro agónico planeta, habían sido convocadas, con carácter de urgencia, en algún recóndito lugar no determinado por su propia seguridad. Dos insignes premios Nóbel de física cuántica especialistas en la Teoría del caos, diversos doctores en botánica y biología de apellidos indecibles versados en catástrofes medioambientales, ilustradísimos ratones de biblioteca con numerosos títulos a sus espaldas, químicos de renombre internacional, ingenieros orondos y petulantes… Y algún avispado cadáver político, reclamando algunas líneas en el último apéndice de nuestra ya efímera historia.

-¡Maldita sea!- gritó sobresaltado mi hermano, al tiempo que sacudía con rabia toda su ropa de cama, estrellándola contra el suelo-¡Maldita sea mil veces! ¡Llegaremos tarde al hangar para dar el relevo! ¡Han cortado el suministro de la luz y el despertador no ha funcionado!-

Tenía razón. El insoportable zumbido de mosquito robotizado que asesinaba al crepúsculo con la misma y monótona reiteración cada veinticuatro horas, no consiguió irritar mis oídos a las 5:45 A.M. de aquella nefasta madrugada. Un pueril deseo que tantas veces había anhelado en mis sueños, iba a verse transformado en una angustiosa y prolongada pesadilla.

Confusos y con presura, corrimos como posesos hacia ningún lugar, pues finalmente ni conseguimos asearnos ni pudimos tomar una simple taza de café. Tampoco yo logré mitigar aquella irreparable sensación de sed que mi lengua padecía desde la noche anterior, tras haberla escaldado en vivo con una cena rápida de carne mejicana precocinada. Prisionera de sí misma, y de un futuro pasmosamente incierto, aún padecería durante largas horas las consecuencias de nuestro próximo devenir, como testigo excepcional de un siniestro Apocalipsis no aventurado ni en las profecías más miserables de Michel de Nostredame.

El depósito del agua, el estuche de las lentillas, el limpiaparabrisas del coche, la cisterna del retrete, la escudilla del perro, los envases de leche desnatada, de zumo de tomate… Todo aparecía misteriosamente vacío. Como si se tratara de la cruel broma de una mitológica deidad, enojosa y maligna. Pero no te cuento más; nos tenemos que largar a toda prisa...




(Continua en El Azul del Mar II)




Sonrisa



Detalle de La Gioconda - Leonardo Da Vinci



Saber… ¿Pero cómo? Conocer… ¿Hasta dónde? Sumergirme acaso en la infinitud de tu sonrisa, y hallar la razón única: el por qué de tus labios huyendo hacia las alturas. El por qué de esa perfección, de ese molde ingenuo que da forma a sonrisas ensayadas. Mas… ¿Y si encontrase por respuesta un sí? No. La guardaré esculpida en piedra: perfecta hasta la muerte.







15 junio 2009

Fábula sobre la Bella y la Bestia





Cuando al presumido invierno le da por entallarse su traje gris más coqueto, a mí se me ocurre preguntarme, ¿qué habrá sido de la Bella y de la Bestia? Porque hay relaciones extrañas… Como personas extrañas. Hay seres y situaciones que se asemejan a un cuento. Un cuento de esos absurdos, donde nunca queda claro ni quién, ni cuándo, ni cómo fue, es o será. Y entonces me da por pensar, ¿quién de nosotros asumiría el papel de la Bella, y quién lo haría con la Bestia? Te juro que al menos yo no lo tengo muy claro. Posiblemente, porque los dos tengamos mucho de Bella o de Bestia. Y también me da por adivinar quién, en otro cuento, haría el papel de Sapo y quién el de Princesa. Y eso, a este pobre mortal que carece de esa capacidad camaleónica de la que algunos presumen, le produce miedo. No sea que, tocándome por mi pésima suerte el rol de sapo, siga siendo el mismo después del esperado beso mágico. Menos mal que la vida nunca es ni será como un cuento. Y que a mí, además, sólo se me ocurre pensarlo cuando al presumido invierno le da por entallarse su traje gris más coqueto.







Tus Ojos







¡Cuánto me decían tus ojos! Azules, fugaces, instantáneos...
Me insinuaban primaveras al atardecer. Me teñían de estíos cuando la luz nacía, refulgiendo de nuestras manos. ¡Cuánto me decían tus ojos! Tú no existías cuando ellos moldeaban palabras en el silencio. Me mordían tus labios y eran tus ojos quienes lo hacían: ¡Te quiero!, me susurraban… Me sonreían: ¡te quiero! Tus dedos me ungían con sexo el alma, pero eran tus ojos quienes me acariciaban. ¡Te quiero!, me hablaban… Me sonreían: ¡te quiero!

Hoy, son tus labios y tus manos quienes me besan, quienes me hablan, quienes me acarician. ¡No sé!, me dices… Me sonríes: ¡no sé! Nunca más tus ojos.






13 junio 2009

Final (III) - Una Mirada



Foto: atardecer




¿Por qué?
Había sido todo tan precoz…

Vivió,
mientras el suspiro de un leve
suspiro
me decía adiós
con el pañuelo del viento.

Murió la tarde luego.
Y después
nada.
Todo fue olvido;
un maldito olvido
que tornaba siempre
con la mochila amarga
del recuerdo.






Final (II) - Piedra



Foto: Atardecer




Inmóvil.
Eras tú, entonces.
Inmóvil silueta,
vaga e insípida.

¡Levanta, tormenta!
Amorfa madre naturaleza.
Habita el sueño despierto
de quien reposa
en los ojos de la vida.

¡Levanta, tormenta!
Hiere, Piedra inmóvil,
mi sangre,
y desgarra el cabello
que corona mi cabeza.

¡Levanta, tormenta!
Acércate, muere y descansa.






Final (I) - Era


Foto: Atardecer




Fue, sí.
¿Qué importa ahora?

Era una imagen aburrida
y perezosa sobre mi palma.
El gemido tenue y sordo
del agua muerta en un vaso;
de unos labios callados
que ya no besan;
de una sombra encerrada en la noche.

Fue silencio, brisa, ahogo, nada…

Algo olvidado,
que aún cabalga
sobre mis lágrimas.








Final Renacido (II)







¡Y es Ella, sí,
sé que es Ella!

Ríes tú,
y es suya tu sonrisa.
Caminas a mi lado, hablándome,
y brotan, confusas, las palabras
de sus labios.
Me besas con inocencia,
y hago suyo tu beso.
Abrazo tu cuerpo,
pero se que no es a ti
a quien abrazo.

Porque
Ella,
será siempre Ella.
Nunca tú.







Final Renacido (I)





¿Por qué tú, de nuevo?
Pero callas; siempre igual.
Estuviste tan cerca,
que besé al viento creyéndolo tú.
¿Por qué vuelves? Me sonríes
siempre con los labios fríos,
helados.
Y danzas frente a mí
simulando ser Ella, no tú.

Cuando quiero abrazarte,
besar tus besos,
resbalas entre mis dedos
para huir.
¿Dónde vas, Piedra?
¿Qué temes? ¡Soy yo!

Pero ya te has marchado.
Siempre igual: sonriendo.





Te Vas Yendo (Diez Días)



Foto: Brian Rykken - 2004




Te vas yendo muy despacio,
Primavera, sin saberlo:
igual que llegaste ayer.
¿Recuerdas? Fuiste sembrando
el sendero, siempre inhóspito,
de miradas que eran sies,
de caprichos, de locuras
que eran siempre bienvenidas.

Eras tú, aquella sonrisa
que tanto anhelé acunar
en mis labios.
¡Qué utópica hazaña!
Te vas ahora, bien lo sé.
Quizás sea ya tarde
para besar las palomas
de tus besos; las palomas,
palomas tristes y negras,
de tu hermosa frialdad.






De Ser Así





Te imaginaba muy frágil,
frágil, oh diosa, y pulida:
inmersa en tu perfección.
Eras solo un soplo débil,
pasajero de tu tiempo,
en mis ojos. Quede ciego
de las palabras ajenas
a tus palabras sin vida.

No eras tú Ella. ¿O acaso
sí? Me confundí de nuevo.
¡Y es que sois tan parecidas!
La busco a Ella y te encuentro
a ti. Y me hieren tus burlas,
o caricias, o desdenes,
o los besos de tus ojos,
dardos sin un rumbo fijo.
Me confundes, no lo niego.
Solo temo por si tú,
y no Ella,
fueras la última ola
que venga a besar mi playa
sin retornar jamás.





Noche Ultima



Foto: Parque de noche - Manuel Holgado




Quisiera haber dicho tanto,
tanto en esta noche última…
Pero olvidé las palabras
que, celosas, aguardaban
en mis labios. Marché luego,
bebiendo el dolor amargo
de un adiós que no escuché.

Quisiera haber dicho tanto,
que olvidé la frase idónea
en cada minuto, Piedra.
¡Y se durmieron las sílabas,
indecisas de hasta cuando!

Quisiera haber dicho tanto,
tanto en esta noche última,
que sólo dije te quiero
sin tan siquiera decirlo.
¡Ya ves que pobre es mi amor!





Silencio (II)


Foto: Córdoba, paseo nocturno






SILENCIO (II)

Porque se inventó el silencio
para mis oídos.
Lo sé.

Y te compré una sonrisa
por ello.
Para escuchar eso que otros
no podrán oir nunca:
tu voz tenue,
huidiza, apagada, débil.
Tan débil que sólo yo
sería capaz de escuchar.

Porque nació la soledad
para mis ojos.
Lo sé.

Y la difuminé,
a Ella,
sobre una brisa celeste
purpúrea e inmaterial.
Mas… ¡cuanta perfección!
Eras tú misma; tú toda.
Inventada, sí…
Hecha tú, de mis otros yos.


.





Silencio (I)



Foto: Córdoba, Cristo de los Faroles




SILENCIO (I)


¡Qué sola está Córdoba
sin ti, Amor, esta noche!
No quisieron las estrellas
de mis ojos, escapar
y bañar esos mil nombres
que surgían de mis labios
para invocarte, mi diosa.

Y no quisieron mis manos,
las que acarician la esencia
a tu paso, moldearte
en un pequeño silencio,
tan pequeño como yo.

¡Ay, no quisieron! No quiso,
el poeta, no olvidar
el olvido nunca eterno.
Ese olvido hecho pan nuestro:
pan mío en cada día.

.





De Tu Nombre





El por qué de tu nombre, Piedra,
te has atrevido a preguntarme,
sin camuflar esa frialdad
perenne que envuelve tu rostro,
como una segunda sonrisa.

El por qué de tu nombre, Piedra
me pides cuando yo te beso
aquellos labios de cristal
que sonríen a mis demandas.

El por qué de tu nombre, Piedra,
me has exigido desde encima,
muy encima de tu pedestal.

El por qué de tu nombre, Piedra,
bien debes de saberlo tú.

Yo sólo conozco la ausencia
de lo que es conocerte a ti.

Yo sólo conozco el reflejo
de tu nombre, en esas heladas
aguas que se me antojan ojos.

Yo sólo conozco la silueta
imperfecta, tosca y amorfa,
que contonea sus aireados
trazos irreales frente a mí.

Yo conozco solamente eso.
No quieras pedirme un por qué
para algo que ya bien sabes,
para algo que tú bien conoces
como yo, Piedra.



Destino Unico



In Living Color - Cesar R.



Quedaron atrás remotos futuros:
no tengo ya más flores que ofrecerte,
soles vanos, castillos prematuros…
solamente me resta ya quererte.

Comprendí que insalvables son tus muros
de piedra, Piedra, fría roca inerte…
Y esos tus caminos falsos, oscuros
como senda que lleva hasta la muerte.

No quiero cantarte más en mi canto;
besar esos, tus besos, yo no quiero.
Por querer no deseo ni quererte…

Mas será tu recuerdo un dulce encanto,
que hará brotar en este ajuar, ligero
de versos, de nuevo mi amarga suerte







Sueño Reflejado en las Aguas






Imaginarte en una palabra
sería, tal vez, no imaginarte
toda tú, viva, por siempre entera:
imperfecta, como lo es todo
lo que besan tus labios.

Moldearte en un trágico beso,
forjado de hieles y de angustias,
nombrarte con cien nombres
distintos a tu nombre,
sería mentirme de nuevo
otras cien veces.

Pero soñarte…
Soñarte, sí,
en las verdes aguas de mis sueños,
lo sería todo:
en el mundo irreal de las imágenes,
tú,
reinarías por siempre.





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