DESDE EL 7 DE FEBRERO HASTA EL 15 DE MARZO PUEDES VOTARME EN EL CONCURSO DE POST 2009 YDB

Vota en el Concurso de Posts 2009 YdB Desde aquí os animo a participar en las votaciones, cliqueando en la anterior imagen. Yo participo personalmente con tres de mis post, pero os aseguro que disfrutareis con decenas de excelentes trabajos. Todos ellos los podréis encontrar en este enlace. Os doy las gracias a todos.
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23 febrero 2010

Será Ella




Foto: Niebla en el Parque - Xavier Fargas





Me nombras en la distancia
y acudo,
cuando las sílabas aún no afloraron a tus labios.

Quieto, mudo, distante,
te observo
(como la presa medrosa)
sin intentar tan siquiera disfrazar
el pánico que me viste;
sin traspasar ese palmo
de silencio, de palabras,
que me vas delimitando
con tus ojos, con tus labios.

Me nombras en la distancia...
Tan de lejos, tan capaz de tus actos,
de tu voz,
que franqueas, sin quererlo,
enormes muros;
kilómetros…

Te asesino junto a mí,
silencio,
porque ella me oiga.
Pero aquella nunca escucha:
sólo se quiere escuchar.
Porque está llamando a otro,
aunque me nombre a mí.














15 febrero 2010

El Encargo




Foto: Låt den rätte komma in (Déjame entrar, Suecia, 2008)




Este microrrelato participó en Las Palabras Encriptadas de Calados hasta los versos.


En mano firme, la afilada hoja refulgió su plata bajo aquel sol de justicia, antes de calar en profundidad el palpitante cuello de la víctima; justo hasta su empuñadura. El cuerpo malherido, colgando cabeza abajo de la rama de un árbol, comenzó a convulsionar anárquicamente mientras la sangre fluía a borbotones de la degollada garganta; como un vivo aspersor de muerte. En mitad de la nada, el muchacho retrocedió unos pasos hacia atrás, y dejó caer el arma al suelo. Allí, sin apartar la vista del cadáver, fue a tragarse su propio vómito.

Hubiese sido más piadoso apuñalar directamente el corazón; y lo sabía. Pero todo el clan miraba, y tenía que obedecer las órdenes: el patriarca no quería que nada fallase en su bautismo de fuego, aquella tarde de noviembre que inauguró la primera matanza del cerdo del año.






12 febrero 2010

El Eterno Dilema Entre El Ser y El Estar








Cada una de las palabras que cohabitan en nuestro vocabulario goza de una entidad social propia. La vida en soledad de cada término debería acabar enriqueciéndose cuando decide coaliarse para constituir una frase. Y llegados a este punto, conformada ya la oración, sería sensato pensar que el valor intrínseco que cada palabra aporta individualmente para tal fin pudiera verse alterado en pro del bien común de la estructura finalmente constituida. Por este razonamiento lógico, la disyuntiva lingüística entre un no y un no sé debería de marcar siempre la diferencia dialéctica entre un monólogo y un diálogo.

Pero esto era algo que nunca habían entendido en aquella casa de locos. Quizás porque habían cursado sus estudios en la rama de ciencias; o tal vez porque ni lo habían hecho. Y así rodaban las cosas.









10 febrero 2010

Naufragio




Foto: Playa Serena (Cristiandelosrios)





En un desenfrenado vaivén, entre incontrolables carcajadas de espuma, la lengua del mar lamía, devoraba bajo su falda, la playa virgen del acantilado. En el cenit de la tempestad, los gritos de la excitada tormenta ahogaban el alarido del fustigador vendaval.

Tras el embravecido temporal sobrevino la extasiada calma. Tras la interminable noche, el sosegado amanecer... Y entre aquellas sábanas de arena, inertes, los restos condonados del naufragio nos vinieron a recordar la impredecible voluptuosidad de la madre naturaleza.













07 febrero 2010

Mi Amigo Willy



Foto: Hamster in hand - Keith Pomakis




Dedicado a la creativa Sechat...



Hace años tuve el capricho de comprar un hámster. Escogí, entre un tropel de inquietos algodoncitos, a un apacible roedor blanco: un macho europeo estilizado y noble, suave de pelaje y de conciencia. Me enamoré de él, la verdad. Y adquirí también una hermosísima jaula de dos pisos, último modelo, a estrenar; un lujoso apartamento dónde el animal pudiera acomodarse a placer. Mi vecina Sophie decía que Willy -que así acabé llamándole-, era decididamente tonto, porque jamás había osado morder a sus dos sobrinos -dos potenciales psicópatas-, a pesar de que en alguna ocasión que les dejé jugar con él ciertamente lo merecieran. Pero la preferencia que el roedor mostraba por el descanso diurno le salvaba, en buena medida, de un drástico destino.


Además, el animalillo parecía disfrutar con su soledad; incongruentemente se le intuía feliz, o al menos resignado en aquella cárcel de aluminio. Por eso no sé que me indujo a suponer que, al igual que nosotros los humanos, quizás también Willy necesitara relacionarse con otros congéneres de su especie. Decidí entonces abanderarme de Celestina, y opté finalmente por comprarle un pariente hembra tricolor. Acompañé al nuevo lote con una casita de plástico: sería una buena idea que ambos, dentro de la amplitud de aquel hogar, gozaran de un rinconcito más íntimo. Bauticé a la nueva inquilina con el apelativo de Rata. Sí, oyeron bien: Rata. El carácter arisco y pendenciero que mostraba con sólo acercarte a observarla no me inspiró mejor nombre. El caso es que, conforme fueron transcurriendo los días, la complicidad entre la pareja se iba haciendo más evidente: si los observabas de madrugada los veías jugando al pilla-pilla, turnándose para ejercitarse en la hámster-rueda, o transportando comida de una esquina a otra del habitáculo en sus hinchados abazones. Horas después, cuando despuntaba el alba, amanecían finalmente acurrucados dentro de su pequeña casa. Era, a su medida, una típica relación de pareja.










Todo parecía ir perfecto en aquella diminuta historia de amor... Hasta que la hembra quedó preñada. Aquel particular afecto -permitidme llamarlo así- que hasta entonces Rata había manifestado hacia Willy, tornó, para infortunio del macho, en un desapego total. Así transcurrieron dos semanas, hasta que sobrevino el parto... Y todo evolucionó, ajustándose a la Ley de Murphy, a peor. Aquel alejamiento primario desembocó en una relación agresiva y dominante por parte de la madre primeriza hacia Willy. Acumulaba aquella, dentro de su casita, todo el avituallamiento que yo les servía generosamente a diario, de manera que el hogar plástico se alzaba ahora sobre un matizado montón de variopintas semillas donde se adivinaban, con cierto esfuerzo, las crías del malogrado matrimonio. La figura paterna de Willy no tenía ya cabida en aquel hogar. De hecho, varios días antes del parto, ya había sido desalojado entre feroces mordiscos.


Un amigo veterinario me había recomendado retirar al macho de la residencia compartida antes de que se produjera el alumbramiento, pues al parecer algunos tienen la extraña costumbre de devorar a los recién nacidos. Salvando con respeto su criterio profesional, jamás hubiese imaginado eso de Willy. Sin embargo terminé sacándolo de la jaula, precisamente porque presentía que era su vida la que corría peligro, pero en ningún momento la de los demás. El ratoncillo blanco, a partir de entonces, pareció resentirse por aquella humillación. Sé que puede pareceros irrisorio, pero los síntomas que manifestaba el animal no se alejaban de aquello que pudiéramos sentir los humanos: dejó de alimentarse, la tonalidad de su hermoso pelaje comenzó a decaer, y ya no se prestaba a jugar ni sólo ni acompañado. Fue abandonándose a la apatía, hasta que una tarde murió. Le di un digno entierro, bajo el mejor de mis geranios.

Sé que tal vez a vosotros no os inmute el relato de un ratón. Pero a mí, cada vez que regresa a mi memoria, siempre acaba sobrecogiéndome. Y me siento triste; triste e impotente. Igual que debe sentirse un gato hambriento, mientras hurga entre las bolsas de basura de un sex shop. Al fin y al cabo fui yo quien presentó a Willy a su novia. Por eso me juzgo, en cierto modo, responsable de aquel malogrado desenlace. Que afloren a partir de ahora vuestras propias conclusiones, que cada cual organice su particular moraleja: libres sois de elucubrar. Yo, por mi parte, ya concluí la propia: mientras que mi vecino Jacques continúe enriqueciéndose en sus viajes al extranjero, yo insistiré en mis obligadas visitas nocturnas al dormitorio de Sophie. Hasta entonces, nada serio. Porque al final va a ser cierto eso que dicen del la confianza y del asco...




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NOTA: Este relato fue publicado por primera vez en mi anterior blog, el día 5 de Junio de 2009. Hoy lo reedito, por el especial cariño que siempre le he profesado. Además de ser el último post que publiqué, antes de mi despedida, guarda un triste secreto: todos los personajes que en él intervienen son ficticios, salvo sus dos verdaderos protagonistas... La historia en sí es real, la viví, y os la conté tal como sucedió.












03 febrero 2010

Un Premio y Un Mal Llamado Poema









Hoy, día 3 de Febrero de 2010, este Cajón de Sueños llamado Las Palabras Insolentes ha sido elegido Blog del Día. Y curiosamente ha sido ahora, cuando cumple un año desde que inició su bautismo de fuego por estas tierras. Este reconocimiento que hoy se me brinda ha significado todo un honor. Un privilegio, sin duda, que no sería tal si no fuese por vuestra presencia. Por eso es de justicia que os dedique este premio y esta entrada, ya que considero que una gran parte os pertenece: a todos aquellos que, de puntillas o a viva voz, habeis pasado por aquí en alguna ocasión para acompañarme; para soñar conmigo. Os puedo asegurar que nada de lo que alguna vez hayais podido encontrar aquí hubiera tenido sentido sin vuestra complicidad.

El Premio que otorga la Web Premios Blog del Día lleva implícita una pequeña entrevista que, si os apetece leer, encontraréis en este enlace. Os aviso que, cuando se trata de mí, suelo ser parco en palabras. Por eso esta vez no iba a ser menos.


Y para que este post no resulte tan soso como egocéntrico, se me ha ocurrido engarzar unas cuantas de palabras al azar, con lo cual ha resultado el siguiente mal llamado poema por si os apetece perder aún más vuestro tiempo:



¡Elevadme! ¡Aun más alto!
¡Qué arriba me encuentro ahora!
Ya no veo el monte gris
del que me hablabas ayer.
Ni esas aguas cristalinas
(que nunca lo fueron, ¿sabes?)
donde mis ojos te vieron
reflejada la sonrisa.
¿Dónde habitan esos árboles
que, en otoño, vestíamos
a capricho desde abajo?
¿Y dónde nuestros ayeres,
y mañanas…? ¿Dónde tú?
No te veo desde el trono
de papel donde os observo.
Decid, ¿dónde fuisteis todos?
No percibo aquellos trajes
con ojos, dedos y brazos
(mas no sé si con cabeza)
que me encumbraron tan alto.
¿Dónde fueron? ¿Dónde fuiste?
Solo logro ver las nubes
que danzan marcando círculos
coronando mi cabeza.
Ni siquiera las estrellas,
que cantaban nuestras noches
desde arriba, ahora observo.
¡Por Dios! ¿Qué locura es ésta?
¡Bajadme, yo os lo suplico:
no quiero ser ya más alto,
más alto que mi cabeza!



Gracias a todos por vuestra infinita paciencia.




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