- ¡Cuéntame un cuento, mamá!
- Ya es tarde, mi vida, y mañana tienes que madrugar...
- ¡Por favor, mamá, sólo uno! ¡Prometo que luego me dormiré!
- Está bien, hijo, está bien, pero uno cortito: sí... Veamos... Erase una vez...
- ¿Por qué los cuentos empiezan todos igual, mamá?
- No sé hijo, siempre ha sido así.
- Pero mamá, ¿por qué nunca se delimitan los tiempos? ¿Por qué ese cuento no pudiera comenzar narrando En aquel invierno del año...?
- Puede que esa intemporalidad, precisamente, sea lo que los haga más perecederos, cariño...
- Sí, mamá, en cierto modo tu explicación es lógica. Continua...
- A ver... Erase una vez, un enanito...
- ¿Un enanito? Cuando hablas de un enanito ¿te refieres a un hombre de corta estatura, de talla inferior a la media normal, o propiamente a un enano, genéticamente hablando?
- No sé, hijo, supongo que un enanito siempre será un enanito. A lo mejor era un gnomo...
- ¿Un gnomo? ¿Has dicho un gnomo? ¡Ah! Entonces esta es otra historia; ahora tendré que volver a situarme.
-Vaya.. A ver sí... Esto era una vez, un enanito que no era feliz.
- ¿No era feliz en ningún sentido, mamá?
- ¿Cómo en ningún sentido? No era feliz, simplemente.
- ¿Pero por qué no era feliz mamá? ¿Quizás tenía problemas con su pareja? ¿Quizás lo acosaban los Trolls de hacienda? ¿Tal vez se sentía marginado por su estatura?
- No sé, hijo, no sé: intentaba inventarme el cuento conforme te lo narraba... ¡Hace ya tanto tiempo que no te contaba uno! Por cierto, ¿cuándo me dijiste que volvía tu esposa del congreso?
- Pasado mañana, mamá. ¿Por qué me lo preguntas?
- Por nada, mi vida, por nada... Pensaba que la debes de extrañar mucho. Yo también la echo de menos, muchas veces. ¡Es tan buena persona!
- Sí, mamá, claro que la extraño... ¡Cómo no! Pero a tu lado consigo olvidar hasta la edad que tengo. ¡Acércate y dame un beso, mamá!
- Claro, hijo... Voy a arroparte y dejaremos que el cuento descanse hasta mañana.
- Buenas noches, mamá. Déjame la lamparita encendida... ¿Cómo era aquello que me decías entonces?
- Que los ángeles velen la cabecera de tu cama, corazón...
(..........)
- Ya es tarde, mi vida, y mañana tienes que madrugar...
- ¡Por favor, mamá, sólo uno! ¡Prometo que luego me dormiré!
- Está bien, hijo, está bien, pero uno cortito: sí... Veamos... Erase una vez...
- ¿Por qué los cuentos empiezan todos igual, mamá?
- No sé hijo, siempre ha sido así.
- Pero mamá, ¿por qué nunca se delimitan los tiempos? ¿Por qué ese cuento no pudiera comenzar narrando En aquel invierno del año...?
- Puede que esa intemporalidad, precisamente, sea lo que los haga más perecederos, cariño...
- Sí, mamá, en cierto modo tu explicación es lógica. Continua...
- A ver... Erase una vez, un enanito...
- ¿Un enanito? Cuando hablas de un enanito ¿te refieres a un hombre de corta estatura, de talla inferior a la media normal, o propiamente a un enano, genéticamente hablando?
- No sé, hijo, supongo que un enanito siempre será un enanito. A lo mejor era un gnomo...
- ¿Un gnomo? ¿Has dicho un gnomo? ¡Ah! Entonces esta es otra historia; ahora tendré que volver a situarme.
-Vaya.. A ver sí... Esto era una vez, un enanito que no era feliz.
- ¿No era feliz en ningún sentido, mamá?
- ¿Cómo en ningún sentido? No era feliz, simplemente.
- ¿Pero por qué no era feliz mamá? ¿Quizás tenía problemas con su pareja? ¿Quizás lo acosaban los Trolls de hacienda? ¿Tal vez se sentía marginado por su estatura?
- No sé, hijo, no sé: intentaba inventarme el cuento conforme te lo narraba... ¡Hace ya tanto tiempo que no te contaba uno! Por cierto, ¿cuándo me dijiste que volvía tu esposa del congreso?
- Pasado mañana, mamá. ¿Por qué me lo preguntas?
- Por nada, mi vida, por nada... Pensaba que la debes de extrañar mucho. Yo también la echo de menos, muchas veces. ¡Es tan buena persona!
- Sí, mamá, claro que la extraño... ¡Cómo no! Pero a tu lado consigo olvidar hasta la edad que tengo. ¡Acércate y dame un beso, mamá!
- Claro, hijo... Voy a arroparte y dejaremos que el cuento descanse hasta mañana.
- Buenas noches, mamá. Déjame la lamparita encendida... ¿Cómo era aquello que me decías entonces?
- Que los ángeles velen la cabecera de tu cama, corazón...
(..........)
-¡Mami!
- ¿Olvidaste algo, tesoro?
- Olvidé decirte que te quiero mucho, mucho, mucho...
- Yo también te quiero mucho, hijo... ¿Cómo no voy a quererte?
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Este microrrelato está dedicado a todas las mamás del mundo. Pero en especial a la de mi esposa, que hace tan sólo unos días se olvidó de vivir... Aún siendo como soy padre de cinco hijos, tengo la completa certeza de que no existirá nadie tan capacitado como vosotras para hacer comprensible en su totalidad la posible irracionalidad de este texto. Aún siendo como soy padre por cinco veces, entendedme si os digo que envidio vuestra peculiaridad genética: no aquella que os permite engendrar, sino aquel particular vínculo afectivo que desde vuestra condición de madres os unirá por siempre a vuestros hijos. Yo, aunque me pese, jamás lo podré gozar.
Como entenderéis, retorno por necesidad a mis ausencias... Gracias, siempre.
Como entenderéis, retorno por necesidad a mis ausencias... Gracias, siempre.