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15 agosto 2009

El Crimen de Don Carolo (II)








Jamás hubiera puesto en duda la reputación y buenos hábitos de mi compañero de viaje: hombre piadoso y refinado; amante de sus quehaceres, familia y amigos. Jamás, digo. Porque, en su ciega soledad, no deberían juzgar los oídos aquellas conductas, sino escoltando a los ojos. Los cándidos oídos, abandonados tan distantes a su suerte, carecen de la prudencia necesaria para sentenciar con justa mesura esas historias. Pudieron recoger aquellos su testimonio, esto sí. Y de hecho lo hicieron, que no lograré hallar en vida personaje que entretuviera sus minutos engarzando frases con tal agilidad.

Desayunamos infancias, campiñas verdes y correrías. Sus padres, esposa e hijos acompañaron nuestro almuerzo; nunca hubiera imaginado semejante número de comensales en un espacio tan reducido. Bosquejos en el aire, para un futuro devenir, vinieron a endulzar el café de la tarde. Y hubiera tenido conocimiento de la calidad del traje de madera que hiciera descansar su cuerpo y su lengua de no ser por la bondad del maquinista, que hizo detener el ferrocarril en la estación del pueblo. Nos despedimos, y el viajero me entregó su tarjeta de visita que fue a perderse en uno de mis bolsillos para no tener nuevas de ella de por vida.

Descargó mis bártulos un mozo, al que entregué unas monedas con la súplica de que enviara tan vasto bagaje al caserón de Don Carolo. Palideció el muchacho ante mis ruegos y, tirando los cuartos al suelo, corrió andén abajo con el cabello erizado. Pronto constaté que el temor generalizado del que me hablaba Emilio en sus letras no era nada discutible. Finalmente logré alquilar un coche con el que pusimos camino a su venta. Centenares de chopos adormecidos, auténticas pesadillas vivientes hostigadas por el viento, saludaban encorvados nuestro paso sobre sus firmes pedestales de tierra. Mientras tanto, el huraño día iba doblegando sus párpados como un fatigoso niño recién amamantado…

Anochecía cuando llegamos a la posada. Despedí al cochero y Emilio salió a recibirme. Era un sujeto recio, de salud y fuerza ciertamente notables; un hombre voluntarioso e indudablemente cultivado. Él mismo ordenó que cargaran todo mi equipaje en su carro. Aguardando mi llegada, había determinado que cenáramos sopa de ajo y cordero, por lo que nos acomodamos en torno a una apartada mesa. Conté al muchacho, entre bocados, el encuentro con el mozo a mi llegada, a lo cual me respondió sonriendo:

-Bien le referí en mi carta, Don Armando, que andan los ánimos más que medrosos por estos parajes. Pero ya comprenderá usted, que son solo fantasías hueras de gente iletrada. ¡Qué anda el cauce muy seco, aunque se empeñen en querer llenarlo con agua de borrajas!

A los postres saboreamos, anfitrión y comensal, un exquisito tabaco rapé, mientras aquel me refería los últimos incidentes relativos al napolitano.

- Al amanecer de un día templado, aparecieron unos huesos aguardando en la puerta de la parroquia la salida del señor Nicolás, el párroco del pueblo. Cundió de nuevo la alarma entre los labriegos, quienes pronto identificaron aquellos restos con los de alguna de las víctimas del vampiro, la cual, no habiendo recibido cristiana sepultura como sin duda mereciera tras su trágica muerte, surgió milagrosamente de no se sabe dónde para reclamar al representante de Dios en la Tierra el derecho al descanso eterno. Se ofrecieron misas y plegarias por la supuesta joven, al tiempo que se exhibían sus restos en la sacristía de la parroquia. Ante los mismos fueron desfilando, de uno en uno, los padres de las víctimas, que iban adivinando en tal o cual huesecillo, vaya usted a saber de que forma, la nariz respingona o los largos dedos de sus desaparecidas hijas. Duró la fiesta tres días –concluía el muchacho-. Justo hasta la llegada de Don Román, el veterinario, quien aseguró que aquellos despojos a los que estaban a punto de beatificar no eran sino parte de la osamenta de un marrano que le había sido robada de su despacho durante su ausencia. Hallados los culpables de tan macabro hecho, y confesado el delito, volvió la espada a su vaina. Mire usted, Don Armando, que nunca en la vida habría tenido tantos padres un guarro.

Celebramos la ocurrencia entre carcajadas, mientras un desvencijado reloj de pared nos coreaba con once indolentes campanadas de caoba.

-La noche va despuntando sus colmillos…-sentenció Emilio-. Sospecho que estará cansado del largo viaje, por lo que he dispuesto que le preparen un buen aposento. Mañana, cuando usted guste, marcharemos hacia la casona.

-Agradezco tu delicadeza– le refuté -, pero mi mayor deseo es el de conocer cuanto antes la morada de Don Carolo.

-Usted manda, Señor Armando –me asintió-. Dispondré el carruaje para partir de inmediato-.

Y así lo hicimos sin demora…



(Continúa en El Crimen de Don Carolo (III))






36 comentarios:

Srta. Bye dijo...

Tu pluma me recuerda a las cuidadas plumas de los escritores de antes...
Un placer como siempre, un besito!

Marisol Cragg de Mark dijo...

Yo también quiero conocer la casona de Don Carolo ;-)
Te invito a que me leas en:
http://loscuentosdemarisol.blogspot.com/
Recibe un cordial saludo desde Berlín.

Anónimo dijo...

Me gusta tu forma de narrar, es muy clara, importante para todo lector, te felicito.
Saludos.
Gabriela

Elba dijo...

¡Ohhh! Esto se está poniéndo interesantísimo... Espero que el final no espere mucho para llegar.

Un beso

Alejandra dijo...

¡Me tienes en ascuas! Llegué tarde a la primera parte, pero ya me he puesto al día. A ver como sigue la historia.

Un abrazo grande!

Virginia Prieto dijo...

esto se pone cada vez mejor
coincido con el primer comentario y lo que dice sobre tu forma de escribir.
te felicito, escribir escribimos muchos, escribir bien, solo unos elegidos
beso grande y a la espera de la saga

Ivan Lukman dijo...

Excelente relato uno empieza a leer y no puede dejar, la intriga por saber te va llevando, Felicitaciones.

Desde una habitacion en la joven buenos aires te dejo un abrazo

Anónimo dijo...

¡vaya! una historia... pues tengo que ponerme al día en ésto...¡pero desde el principio, qué me he dado cuenta de que estoy al revés!
Mañana mismito empiezo en orden... aishhh..este lapsus vacacional.
Besicos

Desde el bar dijo...

La historia es muy interesante, pero dejame felicitarte por tu narración, las dos unidas me tienen espectante.
gracias.

Alejandro

Onminayas dijo...

Me agrada su visita, Srta. Bye. Sobre todo porque la acompaña de un más que generoso halago.

Besos.

Onminayas dijo...

Pronto entraremos todos en aquella casona, Marisol. Pero no sé si os agradará lo que vais a encontraros.

Nos leemos.

Besos.

Onminayas dijo...

Hola, Gabriela. Bienvenida a mi pequeño rinconcito. Te agradezco mucho el gran comentario que me dedicas.

Nos leemos. Besos.

Onminayas dijo...

Pronto, Elba, pronto. Afortunadamente para todos el cuento es cortito.

Besos.

Onminayas dijo...

Un beso enorme para ti, Alejandra. Vamos llegando al final...

Besos.

Onminayas dijo...

Gracias por pasarte, Vir. Sé que tienes muchisimo trabajo en tu gran casa. Y tienes razón: yo soy de los afortunados que disfruta empapándose de como escriben los que de verdad saben hacerlo.

Aprovecho para felicitarte por tu último post, que día tras día va creciendo en comentaristas. ¿Para cuando la segunda entrega?

Besos

Onminayas dijo...

Hola, Forbbiden, y bienvenido a mi humilde cajón de sueños. Te agradezco mucho tus gentiles palabras para con mi relato.

Nos leemos.

Un abrazo.

Onminayas dijo...

¿Ya de regreso, Silvia? El descanso es siempre corto ¿verdad?

En cuanto termine me paso por tu casa a ver que de bueno traes a tu vuelta.

Gracias por tu visita. Besos.

Onminayas dijo...

Gracias, Alejandro, eres muy amable en tu comentario. Pronto solventaré tu espera.

Un abrazo.

laMar dijo...

Se que me repito más que el ajo, pero de verdad que esto cada vez promete más y mejor.
Es un verdadero placer leerte.
¡Quiero entrar en la casona!
UN abrazo enorme

Onminayas dijo...

Paciencia, Lamar... Agarrados de la mano y de puntillas, entraremos todos a la vez: por si acaso.

Besos.

mar dijo...

Bueno, bueno, Onm.

Me sumo al resto de comentarios.
Te ha quedado redondo. Este relato es de los que espolea.

¡Enhorabuena!

(No te demores en la III entrega, gracias)


Besos

Onminayas dijo...

Buenos días, Mar.

Pronto abriremos la puerta que nos desvelará este misterio.

Besos.

Anónimo dijo...

Ahora sí... bien leído porque la historia está relatada estupendamente...Y a la espera de lo que ocurre ¡por supuesto!
Besicos

Onminayas dijo...

Pronto se desvelará el enigma de todas aquellas desapariciones, Silvia. Estate atenta al desenlace.

Besos.

Javier Tissera dijo...

interesantes sus blogs, voy a volver con más tiempo a leer y a disfrutar de lo que sabe de cine

Onminayas dijo...

Gracias, Javier. Tambien a mi me ha resultado gratificante perderme un rato por tu casa.

Nos leemos.

Un abrazo.

loose dijo...

Fíjate que yo ya oigo hasta los pasos y las puertas chirriantes faltitas de menjunje, frío en el ambiente y voces de ultratumba que se escapan en ese cauce sin corriente...

Ay, niño, niño...pero qué escasitos andamos de mente...que todo lo que se nos muestra, lo hacemos tan intensamente nuestro que empezamos a vislumbrarlo tangible ante nuestra pobre inconsciencia.

Seguiremos expectantes.

Besines, niño.

Onminayas dijo...

Pero bueno, Loose ¿cómo has conseguido leer la tercera entrega si aún no la tengo publicada?

Besos de lunes para el resto de la semana.

Carlos Oliveros dijo...

uff espero que no te hagas de rogar para la tercera parte de la historia, la verdad que sabes mantenernos en tension maxo, jejej

un abrazo

Onminayas dijo...

En menos de lo que esperas, Carlos, en menos de lo que esperas...

Un abrazo.

Violeta dijo...

Mas que darle un vuelco a mi relato debo confesarte que estoy in tentando recordar los hechos como ocurrieron, no todo es segun lo escribí en mi última carta, pero la memoria de esos dias es bastante confusa...al menos los poemas aunque un poco tristes refresquen un poco las tardes de agosto...me temo que no te libraras de mis " cartas que te asustan tanto"..un beso enorme navegante..y gracias por tu compañia.

Onminayas dijo...

Pues seguiré acompañándote, Violeta, como no... Como dejarte sola en el dolor, mientras rememoras aquella pesadilla.

Besos de Agosto.

Leni dijo...

El relato depara otro relato.
Narras para el espectador y para el actor.
Curioso el ser humano...
La anécdota del marrano dice mucho de lo simples que llegamos a ser.

Impecable Onminayas.
Un lujo leerte.

Besos

Onminayas dijo...

La anécdota del marrano es un guiño a la literatura picaresca española. Seguramente, mientras la gente veneraba al guarro, los autores andarían robando en algún comercio...

Un lujo tenerte por aquí.

Besos que pesen como tu brisa; que pesa y mucho.

Unknown dijo...

Siempre estas dos verdades o mentiras, la una la que te pone los pelos de punta, la otra igual te hace soltar unas risas quitando importancia a una quizás tenebrosa realidad.

Neus

Onminayas dijo...

Es la eterna disyuntiva: ¿hacemos caso a la razón o al corazón? ¿Dónde está la frontera entre ambas?

Besos, Neus.

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