02 junio 2009
Tú
Comenzaba a atardecer en el tenue resplandor de tus pupilas,
mientras que aquella sensual cascada de ardientes cabellos,
seno natural, me adormecían,
robándome el calor de tu cuerpo que era mio.
Y al recorrer lentamente y admirarme al contemplar el espejo
de aquel tu perfecto interior en el que me encontraba reflejado,
sumido en la más completa plenitud de gozo,
era yo quien lloraba por no poder estar siempre a solas contigo.
Y cuando tú volvias hacia mi la encendida rosa de tu rostro
hacias que yo me sintiera avergonzado:
así soy yo, te repetía tan incansablemente
que llegó incluso a dañarme los oidos, que me sangraban odio.
Y tú, por respuesta, apoyabas tu blanca frente sobre mi hombro,
y te recostabas buscando el más profundo de los sueños.
Entonces, solo entonces, fuimos libres.
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Poemas,
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